Había algo en esas esperas inevitables cuando ella llegaba tarde que me ponía nervioso, como en la consulta del dentista justo antes de que me sacaran una muela, quizá porque tarde o temprano un tipo nervioso en medio de la calle no tarda en llamar la atención de toda la gente que camina a su alrededor, o porque me siento realmente ridículo mirando siempre en la misma dirección, en esa única dirección por la que sé que aparecerá tarde o temprano; quizá es que soy terriblemente impaciente y eso es todo.

No me resultó difícil distinguirla subiendo por la calle, me volví un momento para mirar el tráfico, aburrido de concentrarme en lo mismo, o como esta vez, en la misma calle, durante demasiado tiempo.

Como una especie de recuerdo de mi infancia, de cuando, guiado por las palabras de mi madre, miraba a los lados antes de atreverme a cruzar o cambiar de acera. Esa acera que marcaba la frontera y los límites de todo mi mundo infantil, porque más allá solo podía aventurarme en su compañía, siempre de su mano. Mientras que con dulces palabras intentaba hacerme comprender: "Alex, cariño, mira antes de cruzar".

Una lección que, incluso después de tanto tiempo, conserva todo su significado, es caminar con cuidado y, sobre todo, mirar, observar todo, especialmente en ese momento en el que te alejas, cambiando de dirección, sin saber lo que te puedes perder, lo que dejas atrás. Si no te das la vuelta y te paras a mirar. Uno nunca puede dejar de temer que tantas cosas se queden en el tintero, fuera de mi alcance, lejos de mí. Solo por concentrar todo mi tiempo, mi tiempo, en una.

Como un niño sentado observando el tráfico. Soñando por encima de la corriente de coches, armándose de valor para dar el primer paso más allá de donde sus padres le dejarían ir, empujando los límites de lo prohibido. Una visión demasiado poética para lo que no es más que un consejo, una orden útil para el bien de un niño que una vez fui.

Justo entonces creí verla, cuando estaba completamente seguro de que era ella, subiendo por la calle como en un anuncio de colonia, entre la multitud, resplandeciente como un tulipán en un césped recién cortado. Me quedé allí, marcando el sitio, atento a sus movimientos, como un perro de caza, ese era el efecto que tenía sobre mí. Podía ponerme tenso de muchas maneras. Al menos me hacía olvidar todas las estupideces que se me ocurrían mientras la esperaba.

Durante esos minutos en los que me ponía tan histérico que me arrancaría los pelos si ella no aparecía. Ahora que lo pienso, no he hablado de cómo es en realidad, así que sobre ella, excepto del hecho de que, como es fácil adivinar, la quiero y la amo con locura.

Debéis comprender que me resulta muy atractiva, como no podía ser de otra manera. Lo que me encantó desde el primer momento que vi a esta pequeña pelirroja fueron sus ojos y cómo transformaban todo su rostro. Puede mirarte con cara de niña traviesa o dejarte helado con un reproche que sólo sale de esos "espejitos verdes de su alma"; siempre con ese brillo inteligente, es muy lista, os lo puedo asegurar.

Una pequeña nota de color, un detalle que me parece maravilloso, tiene mal carácter, casi de animal enjaulado capaz de soltar semejante bofetada; casi parecía más un derechazo que le costó un diente al gilipollas. Vamos, una fierecilla. Desde entonces, guardó las manos en los bolsillos para no tocarle la "fibra sensible" y porque odio ir al dentista.

Otra manía de la infancia, otro de mis recuerdos que vuelve para atormentarla, aunque a veces por Miriam me dejaba sacar todos los dientes, incluso sin anestesia de verdad. A su lado me sentía capaz de todo menos de confesarle a ella mis sentimientos.

There was something about those inevitable waits when she was late that made me nervous, like in the dentist's office just before having a tooth pulled, maybe because sooner or later a nervous guy in the middle of the street doesn't take long to get the attention of all the people walking around him, or because I feel really ridiculous always looking in the same direction, in that one direction where I know she'll show up sooner or later; maybe it's just that I'm terribly impatient and that's all.

It wasn't hard for me to recognize her as she walked up the street, I turned for a moment to look at the traffic, bored of concentrating on the same thing, or like this time, on the same street, for too long.

As a kind of memory of my childhood, when, guided by my mother's words, I looked to the side before daring to cross or change sidewalks. That sidewalk that marked the border and the limits of my whole childhood world, because beyond it I could only venture in her company, always by her hand. With sweet words he tried to make me understand: "Alex, darling, look before you cross".

A lesson that, even after all this time, retains all its meaning, is to walk carefully and, above all, to look, to observe everything, especially in that moment when you walk away, when you change direction, not knowing what you might miss, what you leave behind. If you don't turn around and stop and look. One can never stop fearing that so many things are left behind, out of reach, far away from me. Just by concentrating all my time, my time, on one.

Like a child sitting and watching the traffic. Dreaming above the stream of cars, plucking up the courage to take the first step beyond where his parents would let him go, pushing the boundaries of the forbidden. An overly poetic vision for what is nothing more than advice, a useful command for the sake of a child I once was.

Just then I thought I saw her, when I was absolutely sure it was her, walking up the street like in a cologne ad, through the crowd, radiant like a tulip on a freshly mowed lawn. I stood there, marking the spot, attentive to her movements, like a hunting dog, that was the effect she had on me. She could make me tense in many ways. At least it made me forget all the stupid things I could think of while waiting for her.

During those minutes when I would get so hysterical that I would tear my hair out if she didn't show up. Come to think of it, I haven't talked about what she's really like, about her, except for the fact that, as it's easy to guess, I love her and I love her madly.

You must understand that I find her very attractive, as it could not be otherwise. What enchanted me from the first moment I saw this little redhead were her eyes and how they transformed her whole face. She can look at you with the face of a naughty little girl or leave you frozen with a reproach that only comes from those "little green mirrors of her soul"; always with that intelligent glow, she is very smart, I can assure you.

A small note of color, a detail that I find wonderful, she has a bad temper, almost like a caged animal capable of releasing such a slap; it almost seemed more like a forehand that cost the asshole a tooth. Come on, a little shrew. Since then, he has kept his hands in his pockets so as not to touch his "heart strings" and because I hate going to the dentist.

Another childhood hobby, another of my memories that comes back to haunt her, although sometimes, for Miriam's sake, I let her pull out all my teeth, even without real anesthesia. Next to her, I felt capable of anything but confessing my feelings to her.