Escucho canciones de antaño, y por momentos, regocija al corazón. Las tarareos en automático, y en ensoñación, revivo episodios felices que jamás volverán, pues como el agua del río, van sin retornar.

Todo parece igual, niños danzando, bulla en la calle, pero ya se está de salida. El tiempo pasa, y no se conmueve. Muchos ya embarcaron un viaje sin retorno, y en las mesas, otros, más jóvenes, usurpan sin saber sus puestos, ya sin dueños.

El olor a dulce, empalaga el ambiente, y las luces multicolores, por momentos, disipan la noche. Fuertes explosiones aterran a los perros, y enloquecidos buscan refugio al lado de quienes aman. La melancolía aflora sin freno, y una lágrima brota espontánea.

Todos se abrazan, en la hora errada de un evento inventado, mas nada importa, la tradición se impone mientras el sentimiento aflora. Vanas promesas y deseos fútiles avivados entre copa y copa de espirituosa bebida.

El hastío aparece en la soledad de la calle, luego de la resaca de los excesos tardíos. Un consumado hito, arbitrario y sin sentido, en la continuidad del incesante ciclo de la vida. Un año nuevo que aún no llegado, y un año viejo que aún espera la primavera.

Escucho canciones de la nueva era, y por momentos, las hago mía. Quien sabe si mañana, alguien la sueñe despierto, y reviva también, entremezcladas como el agua renovada, de vuelta al cauce por la fresca lluvia.

Todo parece igual, pero no lo es…