Juventino, celebra la victoria de su gallo, Cimarrón, trago a trago con aguardiente lavagallo. De repente, dice -Voy a buscá a mi compae Evencio, para que se una a la parranda-

Selecciona sus mejores galas y se dirige al hato, El Samán, desde lo lejos, con voz enérgica, expresa -Evencio, abre-

Los gritos alarman a Evencio, lo hacen correr a la puerta,
-Compa, voy, voy- al abrir, fija su mirada en Juventino, diciéndole -Caramba, compae, anda ajumao, pa donde va, tan emperifollao, con liki liki dominguero, hasta con alpargatas de estreno anda-

El visitante, entre risas, responde -Tomé solo un poquito, pa celebrá el logro de Cimarrón. Alístese, vamos, al bar Las Garcitas. Se presenta Juan Coplero, es noche de escobillao y sarao-

-Aguite Juventino, no son horas pa agarra camino, casi es medianoche. Se le olvida que hay que pasá el sendero de los matapalos. Deje la calentura, tengo aguardiente del que le gusta, le guindo un chinchorro y echamos cuentos, ¿qué dice?-

-Le digo Evencio, que estoy emparrandao y me voy pal joropo tramao. No creo en esos cuentos, nos vemos mañana en la faena-

Juventino, emprende su ruta, cuando llega al sendero de los matapalos, una brisa pavorosa tongonea en turba los follajes, un susurro seductor y tentador acaricia sus sentidos:

-Juventino, soy Carmesí, bésame y serás feliz- en el acto, de los ramajes brota una gran boca, con sensuales labios, rojos como la grana, instigadores a ser besados, con deseo y lujuria…

Las sombras de la noche agasajan zalameras, la llanura. La oscuridad azabache forma el tapiz a la luna menguante, hay quietud con nimbo de misterio. En el sendero de los matapalos se divisa a lo lejos unas huérfanas alpargatas, ¿será que alguien las olvidó?.