Miguelito era un adolescente de doce años de edad, desde bien chico tuvo preferencia por un dulce. El dulce de leche. Tanto le gustaba que su madre hacía a cada rato, un delicioso y cremoso dulce de arroz criollo, con leche en polvo; al cual le agregaba clavo de canela. Y al servirlo, le agregaba canela en polvo. Luego de dejarlo refrescar, llamaba al más pequeño de sus hijos.
Miguelito, ven a merendar, te hice el arroz con leche que tanto te gusta. También voy a guardar un poco en el refrigerador, para más tarde.

Así sucedía los fines de semana, con bastante frecuencia. Cada vez que Miguelito escuchaba a su madre decir ¡arroz con leche! Salía disparado de donde estuviera, sus ojos brillaban de felicidad y su boca se humedecía de deseos.
Así ocurrió hasta llegar a los doce años, donde el deseo insaciable de Miguelito por comer de este exquisito dulce. Lo llevo a comportarse de una forma imprudente. Ese día su madre había hecho como de costumbre una olla de arroz con leche, aun el dulce estaba caliente cuando Miguelito, se acercó hasta la cocina, a preguntar si ya estaba servido el más rico de los dulces.
Su mamá le dijo: Ya está terminado, pero debes esperar a que refresque un poco, para servirte. Sigue jugando que yo te aviso.

El joven adolescente, calla, sonríe y se da vuelta. Luego de salir al patio, espera unos minutos y sigilosamente, entra a la casa, toma dos agarraderas y coge la olla llena del arroz con leche que aún humea y sale con ella rumbo al patio.
Lo inesperado para él es la llegada de su padre, quien lo sorprende y le dice: Miguelito ¿Qué haces?
Enmudeciendo, estira sus manos, alcanzándole la olla a su padre, y así comienza la peor de las experiencias vividas por él. Su padre es un mecánico acostumbrado al trabajo bruto, y aunque es muy cariñoso con sus hijos, también es, algo drástico y poco convencional con sus regaños.
Su castigo no sería diferente esta vez: no hijo, tranquilo, sigue para donde ibas, yo voy a acompañarte para supervisar que te lo comas todo. Porque es eso lo que pensabas hacer, ¿verdad?

Por un segundo, el chico se sintió dichoso. Siguió hacia un rincón y se sentó, su padre buscó una cuchara y se la entregó. Dos horas más tarde, el joven adolescente no sabía si llorar o vomitar. Gracias a la intervención de su madre, no terminó con una pela.
Hoy este delicioso dulce sigue siendo mi preferido. Amo el arroz con leche, disfruto cada vez que lo cómo. Me deleito probando cucharada a cucharada. Pero lo hago moderadamente, nunca olvido que casi voto arroz por los ojos, jajaja. Aprendí a no ser egoísta con mis hermanas, con mis padres y en fin con las demás personas.
Este relato es parte de mi esencia y agradezco a mi papá por su drástico castigo de obligarme a comer toda la olla de una vez. Agradezco a mi mamá por interceder a mi favor para impedir que me reventara jajaja. Y agradezco al arroz con leche por ser tan delicioso y ayudarme a desarrollar uno de los valores que hoy poseo, la capacidad de compartir, cooperar y colaborar con las demás personas que me rodea.

A los que llegaron hasta el final, gracias por leer y reitero si se han motivado a participar, la propuesta sigue en pie, así que, puedes acceder pinchando el enlace que compartí al inicio del post. O si por algún motivo no puedes participar, pero deseas cooperar para expandir esta propuesta y hacerla más emocionante, te invito a que reblogues la convocatoria del concurso; así llegará a más personas.
Una vez más al creador de esta iniciativa y a sus colaboradores, gracias por darme la oportunidad de participar.
Gracias @thecryptodrive curador, por siempre estar activo con su voto y curando estos posts.
Por último, a todos los participantes del concurso éxitos 🙌.

-Contenido original, escrito por mí para este concurso.
-Imagen de @lanzjoseg compartida para este concurso.
-Agrego, a partir de esta ronda, la etiqueta #cuba. Para que otros hivers cubano se unan a este maravilloso concurso.