Fiction: Album (Álbum) [EN/ES]

Dora era una chica muy curiosa, su largo pelo castaño hacia juego con sus ojos marrones, los cuales se enfocaban en el álbum viejo de la abuela, que yacía en el librero, lanzando una invitación silente a la joven.

Tras unos pasos sigilosos, se aproximó al estante de libros y con la delicadeza de un gato sacó el álbum, sus dedos largos y finos apretaban con firmeza el libro de fotos, podía sentir unas gotas de sudor recorriendo su frente.

Una vez en total control del álbum, Dora se dio media vuelta y ese instante su abuela la atrapó con las manos en la masa. «Aja, te atrapé, chica. No hay delito impune», le decía la abuela a Dora y con una gran carcajada que devoraba su rostro lleno de arrugas.

«Disculpa, abuela, solo tenía curiosidad por ver el álbum de fotos una vez más. Sé que me pediste que no lo tocará cuando estuviera sola, pero no pude soportar las ganas de ver nuevamente las fotos de tu infancia y juventud». Los ojos de Dora brillaban ante el circular de las lágrimas por el globo ocular.

«Esta bien, pequeña desobediente, no es para tanto, solo no quiero que el álbum se arruine, los recuerdos que tiene son muy valiosos para mí. Mientras está la cena vamos a darle un vistazo». La abuela tomaba de la mano a Dora y se dirigían a la sala, donde un sofá, color vino tinto y muy acolchonado las esperaba.

La niña feliz corría jalando a su abuela con mucha prisa, una vez en el sillón, nieta y abuela se disponían a revisar una vez más el álbum. Las páginas se abrían presurosas ante el baile de los dedos que las movían con una caricia sin igual.

El álbum mostraba algunas fotos, ya amarillentas, otras rotas y desgastadas por el manipular constante de las generaciones que antecedieron a Dora. La chica observaba feliz aquellas fotos que mostraban una vida tan diferente a la época actual.

Las preguntas incesantes de Dora inundaban el espacio de la sala decorado con un papel tapiz con dibujos de girasoles poco visibles por el paso del tiempo y una alfombra en el centro del lugar de un color rojizo oscuro sobre el suelo de la duela color miel.

La abuela seguía pasando las páginas con su dedos castigados por la rutina de las labores domésticas, en ese instante, Dora le preguntaba por una foto de un soldado, quien estaba con un rifle y un uniforme antiguo. «¿Quién es él?, abuela». El dedo de la chica se posaba sobre la fotografía.

«Él fue un amor que tuve, antes de tu abuelo, se llamaba William». Los ojos de la abuela brillaban al recordar a ese hombre misterioso.

Dora le decía. «Cuéntame la historia de tu amor con William, abuela».

La abuela sonreía y empezaba a relatar su romance con William. «Recuerdo que era una chica que apenas empezaba a la vida, fue durante la gran guerra que conocí a William, un apuesto joven, de ojos azules, cabello como el mismo sol y tan alto como un oso e igual de fornido».

«¡Ay!, abuela, que romántico, continúa...»

«En fin, recuerdo que era una tarde de octubre, el otoño estaba llegando y yo salía a comprar al mercado algunas cosas que mi madre me había encargado. Luego de regresar con el mandado, me salieron dos ladrones pidiéndome dinero, al negarme, uno de ellos sacó un cuchillo e intento clavarlo en mi estómago, en ese instante, salió William de entre las sombras y luchó contra los ladrones que al verse vencidos salieron huyendo».

«Oooh, abuela, eso fue muy heroico», decía entusiasmada Dora como si se tratase de un cuento de hadas.

La abuela retomaba la historia. «Luego de ese momento tan escalofriante, William me regaló una bella sonrisa, nunca olvidaré esa hermosa sonrisa que me cautivo y me hizo presa de sus bellas palabras. Se ofreció a llevarme y me tomó de la mano, en ese instante, sentía como mi estómago daba vueltas y las piernas me temblaban, parecía que me iba a desmayar».

«Eso es tan dulce, abuela, como una novela mexicana, jeje».

«Luego de eso preguntó si le aceptaba salir a tomar algo por ahí, después de consultar con mis padres, la respuesta fue sí. Llegó el gran día y sentía que todo me daba vueltas, por la cabeza me pasaban miles de ideas ansiosas. Sonó el timbre y en mi loco desenfreno por salir a ver, me tropecé y caí de bruces. La sangre brotaba por la nariz y después de las curaciones pertinentes estaba lista para salir con mi adorado William».

«Abuela, ese hombre si que te hizo perder los pies del suelo. Jejeje».

«Luego de ir a tomar un café y conversar durante varias horas, yo me había prendado más de su galanura, caballerosidad e inteligencia. Después de muchas citas y de compaginar almas, llegó el momento que más había anhelado, el primer beso». La abuela miraba la foto y soltaba un suspiro profundo.

«Abuelaaaa, no te detengas en lo más emocionante, continúa...»

«Ocurrió en la puerta de mi casa, después de regresar de nuestra cita. Me tomó de la mano se acercó a mí, tanto que podía sentir su delicioso aliento a vainilla. El momento me embriagó y mi mente volaba entre sensaciones que nunca antes había sentido. Cerré los ojos mientras me dejaba llevar por sus manos varoniles que me tomaban del rostro, luego sentí los cálidos labios junto a los míos. En ese momento, el mundo a mis pies desaparecía y volaba libre y totalmente feliz».

«Abuela, que emocionante, tu primer beso y fue maravilloso, espero que el mío sea así de sublime. Y luego, ¿qué pasó?»

«Luego de unos meses de intenso romance, habíamos decidido casarnos, empezamos con los preparativos y la fecha quedó fijada para el acontecimiento, pero llegó lo impensado, la gran guerra estalló y William fue reclutado de urgencia. Mi corazón sintió la desolación, y la gran opresión en la garganta parecía asfixiarme. Las lágrimas caían incontenibles como cascadas por los ojos que no volverían a ver a mi guapo caballero».

«Abuelita, eso es muy triste y luego...»

«Fui a despedirlo, lo vi con ese mismo uniforme de la foto. Él se hacía el fuerte, pero sus ojos azules se habían apagado y el brillo se había convertido en tristeza. Me dio el último beso de despedida y subió al barco. Su brazo se agitaba, como si quisiera poder volar y llegar hacia mí, para salir volando fuera de esa horrible pesadilla».

«Ay, abuela, me harás llorar».

«Luego de algunos meses y después de no saber nada de William, las noticias llegaron en un coupé negro con llantas de cara blanca. Un oficial se acercó a la casa y me entrego un sobre. Algo en mí supo que nada bueno traería su interior. Aquellas letras hicieron que mi mundo se desvaneciera y cuando desperté estaba en un hospital, después de eso mi vida cambio para siempre y solo pasaba el día llorando y mirando aquella última foto que me envió».

«Que triste historia, abuela, ¿me imagino que hay perdiste la fe en el amor?», preguntaba Dora mostrando sus ojos vidriosos.

«Así fue por mucho tiempo, hasta que conocí a tu abuelo, quien llegó a reparar mi corazón y darme una nueva esperanza. A pesar que la vida es horriblemente dura, siempre existirá la fe en el amor. No lo olvides, Dora».

«No lo haré, abuelita, eso sí no me enamoraré de un militar. Jeje...» Nieta y abuela reían mientras cerraban el álbum de fotos que contenía muchas historias de vivencias personales y amores inolvidables perpetuados en el tiempo.

Fin

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Edited by Rincón Poético.}

Text authored by:
Camilo Torres
DRA

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