Fiction: Crystal (Cristal) [EN/ES]

William era un hombre enorme y con unos músculos que parecían montañas, una cabellera castaña, un rostro con facciones fuertes, ojos castaños y unos dientes perlados que parecían relucir al sonreír, inspiraba temor entre las personas que lo veían. Sus amigos se quedaban a su lado para sentir protección y seguridad.

Todas las noches salía a disfrutar con sus amigos. El licor fluía como en una fuente el agua, las mujeres fáciles iban y venían y no faltaba una que otra droga alucinógena para prender aún más la noche de alegría y jolgorio.

William trabajaba en una bodega, descargando mercancía para un importante almacén que vendía alimentos, utensilios para el hogar, electrodomésticos y demás. El hombre era conocido como el Hércules en su trabajo, podía cargar muchos kilos sin el menor esfuerzo, sonreía mientras el gran peso descansaba sobre su espalda.

Se paseaba galantemente por los pasillos del almacén atrayendo las miradas de las mujeres que trabajan en el lugar, pero había una que idolatraba a William, lo veía como a su dios y quedaba con la boca abierta cuando lo veía pasar.

«Hola William, ¿Cómo estás?». Los ojos cafés de Bianca brillaban tras los lentes de aumento.

«Bianca, buen día. Estoy muy bien gracias por preguntar». William miraba con desdén a la mujer, ya que no le atraía. La mujer era baja de estatura, un poco pasada de kilos, tenía pelo corto de color negro, un rostro redondo, mejillas prominentes y unos dientes con unos frenillos que parecían salir de su pequeña boca.

«Me alegro... M...». Antes de terminar de hablar, William se iba, dejando a la pequeña enamorada, viéndolo como se movía por el pasillo.

Bianca soltaba un suspiro de frustración, cuando miraba a William coqueteando con Terry, una escultural rubia de ojos azules y pelo como los rayos del sol.

«Caramba, Terry, que hermosa estás este día». William colocaba su brazo en la pared queriendo lucir mucho más sexy. «Te daría todo lo que tengo por un besos de esos irresistibles labios».

«Jaja, a todas les dices lo mismo, don Juan». Terry pasaba el lápiz por su boca, «Quisiera comprobar si todo lo que sale de tu boca es verdad». La hermosa rubia sonreía coquetamente.

«Es la pura verdad», decía William con la mano en el corazón. «¿Cómo quieres que te lo demuestre?». Los ojos penetrantes de William se clavaban sobre los de Terry.

«Me gustaría que me invites a cenar al restaurante más exclusivo de la ciudad. El "Le Blanc"». Terry le guiñaba el ojo.

«Esta bien, mi bella flor, mañana en la noche. ¿Te parece?».

Terry asentía y le daba un beso volado al galán. William se alegraba mucho, por fin iba a tener a la bella Terry. La noche siguiente, William y Terry salieron a cenar y no faltó mucho para que la pareja se entregara a sus bajos instintos, desde ese momento William entabló una relación con Terry y cada noche bailaban y bebían sin ningún motivo.

William bebía mucho más que antes y se le veía muy contento, porque según él, había encontrado la mujer de sus sueños. Bianca miraba desde las sombras a la pareja, pero un buen día decidió hablar con él.

«Hola William, veo que estás muy feliz con Terry. Pero no olvides que ella es muy interesada y le gusta mucho el dinero. No te enamores mucho de ella o tendrás una decepción muy fuerte». Le dijo Bianca.

«Mira, Bianca yo sé con quién ando y no es de tu incumbencia. Así que déjame en paz». William se iba furioso golpeando las paredes entre tanto Bianca soltaba una lágrima.

La vida desmedida de William ya le estaba pasando factura, los ahorros que había hecho con mucho esfuerzo se estaban esfumando en complacer los caprichos de Terry. Llegó a un punto donde empezó a pedir prestado para seguir con la vida que Terry se merecía, eso pensaba él.

Después de algunos días, William empezó a sentir un dolor en la parte baja de la costilla y se tocó un bulto prominente en esa zona. Desde su estómago empezó a subir una sensación de hormigueo y luego no aguantó las ganas de trasbocar que lo llevaron al baño.

Con el paso de los días, el dolor se hacía más intenso y la piel del hombre se puso amarilla. «Terry, amor me siento mal, por favor llévame al hospital», decía William.

La mujer de mala gana soltó sonido casi gutural y salió a buscar el auto, mientras William salía de la casa tomándose el costado derecho debajo de la costilla. Llegaron al hospital y empezó el calvario para William. El doctor les explicó la situación a ellos con un detalle casi macabro.

Terry al terminar de escuchar al doctor, salió huyendo del consultorio, dejando solo a William con su dolor. En los días siguientes, William empezó a perder mucho peso, parecía que había envejecido mil años, y sus ojos perdieron el brillo de la juventud. Se había convertido en un cadáver viviente a punto de echar su último aliento.

Bianca escucho esto y decidió ir a visitarlo en su lecho de enfermo. Al llegar al hospital, miró la terrible escena de aquel hombre que una vez fue un ser muy fuerte, reducido a un esqueleto al cual el viento podía fracturar con una suave brisa.

«Hola William, buena tarde». Bianca dejaba ver una dulce sonrisa.

«Hola Bianca, que sorpresa ver por aquí». Una voz débil salía de aquel cuerpo lastimero.

«Vine a ver como seguías, en el almacén solo comentan barbaridades así que decidí venir a cerciorarme por mí misma». Bianca tomaba el brazo de aquel esqueleto con mucha ternura.

«Ya me ves, aquí estoy echando mis últimos respiros. La maldita cirrosis producto de años de libertinaje, quiere llevarme a la tumba a toda costa». Una lágrima bordeaba el surco de su mejilla casi inexistente. «¿Terry está en el almacén?», preguntaba exhalando unos suspiros melancólicos.

«No, hace días se fugó con el gerente de la empresa y se dice que se fueron a una isla del caribe». Bianca acomodaba sus gafas con el dedo índice.

«Al menos no deja de disfrutar de la vida a pesar de todo, jaja». Una pequeña risa melancólica asomó por sus labios carcomidos por la deshidratación.

«Es una imbécil, no sé qué le ven ustedes los hombres». Un pequeño respiro de indignación floto en el aire. «Ustedes no ven más allá de un cuerpo bonito y por eso les toca sufrir».

«Es verdad, pero hay momentos en los que se llega a valorar el amor de una verdadera mujer». William tomaba del brazo a Bianca.

Ella supo que era su deber cuidar a aquel hombre que necesitaba el apoyo de alguien para luchar por su vida. Bianca se quedó con William, el frágil William que ya no era más el Hércules y lo ayudó a salir adelante. Fueron días terribles los que pasaron juntos, pero lograron sobrellevarlos con su amor puro.

Aquella menuda mujer había logrado levantar al moribundo William y por algunos años fueron felices. Ella hizo de los últimos instantes de William, los más felices de toda su vida, más que en su vida de libertinaje y momentos sin sentido.

«Gracias por todo, mi bella dama», fueron las palabras de un frágil hombre, que conoció el verdadero amor y la felicidad en su momento más trágico.