Fiction: Mrs. MacDowell (La señora MacDowell) [EN/ES]

Era la noche de Halloween, la luna llena se paseaba por el firmamento acompañando a los chicos en su travesía por los dulces. Thomas era el más extrovertido de la banda "los Hurones", llamada así por ellos mismos.

Thomas caminaba frente a los chicos con su actitud altanera, y los invitaba a hacer travesuras en complicidad con la noche y los disfraces que cubrían sus identidades. Thomas se había disfrazado de "Jason" su personaje favorito de terror, agitaba su machete de plástico y con su voz de preadolescente, les decía a sus amigos, «Muy bien muchachos, esta noche debemos hacerlo, tenemos que ir a la casa de la vieja MacDowell y llenarle la casa de huevos podridos, hoy nos convertiremos en hombres, hoy no hay cobardes. Jajaja». Reía y blandeaba su machete de plástico, cortando la suave brisa otoñal.

Sacaba las tres docenas de huevos podridos de su casa del árbol y se los repartía a sus amigos. Dirigía sus ojos castaños hacia la vieja casa de madera de estilo gótico, pintura roída por el tiempo y una veleta de gallo doblada con muestras de óxido por toda la parte metálica.

En ese instante, la mente de Thomas se iba hacia un tiempo atrás y recordaba el incidente de la pelota. Era un verano esplendido, el sol se alzaba imponente y el calor parecía derretir todo lo que tocaba, Thomas y su banda de "Hurones" jugaban béisbol frente a la casa de la señora MacDowell. El turno al bate era de Thomas, se ponía en posición mientras pasaba su mano por el cabello castaño oscuro.

Uno de los amigos tiraba la pelota con un efecto de curva hacia Thomas, quien con reflejos felinos conectaba con el bate un hit y esta salía despedía por los aires, con tan mala suerte que llegó hasta la casa de la señora MacDowell, haciendo un estruendo terrible y pariendo el vidrio de la ventana para después aterrizar suavemente dentro de la casa oscura.

Desde dentro se oía una voz rasposa, que expelía insultos y maldiciones. Era la señora MacDowell quien se asomaba por la ventana rota y apuntaba a los niños con su dedo como garfio, los amenazaba y regañaba. «Niños horribles, lárguense de aquí o les echare mal de ojo y está pelota se queda aquí, para que aprendan a respetar. Fuchi, Fuchi, !Fuera de mi propiedad!».

«Tierra llamando a Thomas, Tierra llamando a Thomas». Uno de sus amigos le hacía volver de los recuerdos que lo poseían.

Thomas movía la cabeza y volvía a la realidad. «Jaja... Perdonen, chicos, estaba recordando la vez que la vieja MacDowell me quitó mi pelota favorita».

«¿La que te firmó Jensen Aniston "El niño"?» preguntaba uno de sus amigos abriendo los ojos expectantes hacia Thomas.

«Ese mismo, mi jugador favorito de las grandes ligas y he decidido que hoy recuperare esa pelota mientras ustedes distraen a la vieja MacDowell». Thomas se bajaba la máscara y apuntaba con su machete de plástico la casa tétrica.

Los chicos gritaban emocionados. «¡Vamos, Thomas, vamos!». Se ponían en curso a la casa de la señora MacDowell en marcha militar.

«Que la victoria o la muerte nos esperen al frente, mis "Hurones"».

Thomas y "los Hurones" se encaminaban hacia la casa, las mariposas volaban por los estómagos y los sentidos se ponían en alerta. Thomas les dijo el plan a sus amigos, «esto será muy sencillo, mientras ustedes tiran los huevos podridos, la señora MacDowell saldrá a ver, yo me meteré a la casa y buscaré la pelota, todo debe ser rápido y bien calculado».

Ya en posición los chicos esperaban la orden de Thomas, llegó el momento y el chico daba la señal a "los Hurones", quienes empezaron a bombardear la casa con los huevos podridos.

El alboroto hacia que la señora MacDowell saliera como un rayo, y furiosa empezaba a gritar a los chicos que quienes con sus disfraces se sentían seguros de no ser reconocidos. Los huevos podridos se estrellaban contra la madera vieja dejando un olor nauseabundo.

La señora MacDowell seguía gritando a los chicos. «Lárguense de aquí, mocosos traviesos, ya les diré a sus padres para que les den una paliza bien merecida».

Luego de unos minutos de insultos y amenazas, la señora MacDowell salía de la casa para atrapar a los chicos, en ese momento Thomas aprovechaba y entraba al lugar, rápidamente busco por la sala, fue a la cocina, luego subió como rayo al segundo piso, entró a dos habitaciones y por último el ático.

Bajaba las escaleras retráctiles y subió, al entrar al lugar miró un altar: velones negros, una mesa con un manto morado, unas flores marchitas, un gran libro abierto con una escritura inentendible, una foto antigua y amarillenta de un hombre. Thomas sintió un frío recorriendo todos sus músculos y la piel se le ponía como gallina.

Thomas chasqueaba los dientes contra algunos que le faltaban, sintió un retorcijón en el estómago, pensó que debía salir pronto de ese lugar. En ese instante una luz potente salió del libro y llamó la atención del chico, las páginas cambiaron, y Thomas caía en un hechizo, se dirigió al libro y empezó a leer.
La señora MacDowell entró al ático, vio el juego de luces y a Thomas pronunciando el hechizo. Le gritó «¡No lo hagas, mocoso!». La mujer corría rápidamente hacia Thomas para evitar que siguiera leyendo.

Al terminar el conjuro una gran neblina negra empezó a invadir la casa, rayos y centellas salían expulsados del humo, todo el vecindario empezó a ver el espectáculo tenebroso. En cuestión de segundos toda la zona estaba cubierta de esa neblina negra y empezaron a salir demonios para aterrizar a la gente, quienes corrían gritando y rezando por todo el lugar.

Thomas despertaba del hechizo y junto con la señora MacDowell miraban el apocalipsis desatado, «Señora MacDowell, como podemos arreglar todo esto». Los ojos suplicantes de Thomas se posaban sobre la demacrada mujer.

«Debemos buscar el hechizo de cierre, debes hacerlo tú, ya que fuiste quien liberó a los demonios, debemos hacerlo de prisa antes que salga el demonio más poderoso y acabe con todo en la tierra».

La mujer buscaba en el libro el hechizo y luego le pedía a Thomas que recitara el hechizo. El chico empezó a leer y en ese momento el demonio más poderoso se hacía presente. La mujer intentaba detenerlo, con algunos hechizos, pero era demasiado fuerte.

Ella seguía gritando a Thomas que terminará el hechizo, el demonio vencía a la mujer e iba tras Thomas que estaba por terminar la última frase, el demonio se acercó violentamente y expulsó al chico fuera de la casa, mientras Thomas caía pronunciaba la última frase y luego...

Los amigos de Thomas lo despertaban y todo había vuelto a la normalidad, en ese instante salió la señora MacDowell. «Fui una tonta, por entregarme a la hechicería por amor, casi hago desatar el apocalipsis en el mundo, ahora quemaré este horrible libro. Thomas eres un valiente y un tonto también, pero arreglaste las cosas, gracias».

La señora MacDowell entraba en la casa y los chicos la miraban atónitos, luego un humo blanco salía de la chimenea y empezaba a esparcirse por todo el lugar, haciéndolos olvidar todo lo sucedido.

«¡Mocosos, lárguense de mi propiedad!», gritaba la señora MacDowell, Thomas y "los Hurones" salían corriendo despavoridos. «Thomas, espera un momento, toma y ahora lárgate no te quiero volver a ver por aquí». La mujer le tiraba la pelota que le había quitado tiempo atrás. Después desaparecía dentro de la casa, y una risa aguda y chirriante se escuchó mientras Thomas salía corriendo despavorido.

«Jijiji...».

Fin

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Edited by Rincón Poético.}

Text authored by:
Camilo Torres
DRA

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