Fiction: Pink elephants (Elefantes rosas) [EN/ES]

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English

Pink elephants

A skinny man was running through the night, cutting through the breeze with his gait, slow but swift, the yellowish lights enveloped his frail body, showing him the way to his safe destination, according to him.

The sweat ran tirelessly through his hundred and his blurred vision made him walk by instinct and previous knowledge of a lifetime, yes, that route carried millions of footsteps of that man, who kept walking trotting. His eyes, lost in the mortal face, were decorated by large dark circles of opaque purple.

The lack of front teeth facilitated the passage of air, which was requested in almost asphyxiating puffs due to the great effort in his gait. In his right hand, he was shaking a light brown paper bag, crumpled by the nervous manipulation of the individual, who was still searching for his main goal, to get home.

After a few minutes, the pitiful figure sighted the house, the place that for some time had been his refuge. He opened the faded, almost rickety door, held by incipient screws on each hinge. The man entered and was greeted by the thick darkness of the place, awkwardly searching for the switch by groping the rough, cracked walls.

A yellowish light covered the whole place, showing the desolation and the waste, some flies flew around the accumulated garbage, some old and filthy furniture, piled up in a corner decorated the room and the faded paint formed a brutal landscape of decadent surrealism.

The pitiful figure let out a sob at the crude scene and with his head down he went to his room, only an old curtain with stains of all kinds served as a division between the living room and the bedroom. The man pushed aside the dull white curtain with almost faded flowers, stepped through the makeshift doorway as if through a mystical portal, and then turned on the light.

“Roy, I was waiting for you, my friend, I thought I would spend another night alone, haha.” A familiar voice attracted the little man's attention.

“Ah... uh... Pinky, what are you doing here?” A look of surprise peeked over Roy's haggard face.

“Why do you say that? Did you by any chance forget that I live with you, that senility of yours is disturbing.” Pinky caught the stunned man's attention.

“Don't say that, you're always welcome home.” Roy sat on the disorganized bed and a nostril-penetrating smell turned his stomach.

“You've done it again, eh, Roy?” Pinky rebuked the skinny man. “This is going to get you in trouble, Roy, it's gotten out of hand.”

“No, no, no. I've got it under control, that's the last time I do that, now is it true.” Roy looked down at his skeletal, almost translucent hands.

“Roy, Roy, Roy... You know you've got a serious problem and it will finish you,” Pinky heaved a sigh as long as the room itself. “Don't lie to me, Roy, you know it's only impossible to get out of the pot of your doom.”

“Pink...y! Help me, my friend!” At that instant the tears came uncontrollably, rushing through every space of the yellowish epidermis.

Roy's hands were covered in longing despair their face was tired of living. The dirt of his hands permeated every pore misaligned by so many wrinkles, each one witnessing the pain of experience. Pitiful cries echoed in the decaying space.

“Roy, the friend, pull yourself together, you can't do anything, you're weak. Your flesh brings you down again and again.” Pinky paced around the room and kept repeating, “Your flesh makes you fall again and again...”

“Shut up, you evil one, don't make fun of my stigma. It hurts.” Roy fell to his knees, then his face sank into the small gaps in the floor, worn by so many years of frantic, nervous, silent, and noisy steps.

“Don't make a fool of yourself, Roy, deal with it!” Pinky shouted in a guttural voice.

The instant he ran out into the living room, a clatter filled the house and the rickety door fell like a leaf in autumn. Figures appeared and headed for the wretched man, who covered his face with his arms. He was losing all hope.

“Pinkyyyyyy!” he cried out, now without faith and with his hope completely lost.

“Hush, I have come to help you.” The figure lying wrapped in the night breeze broke the silence and the pitiful cry of that man who had hit rock bottom.

Alcoholism had turned his life into hell and most of the time he navigated in unreal worlds and fictitious characters created by his sick mind. Now a great friend, one who had been looking for Roy for years, he stood in front of him. He took him by the arms and lifted him and carried him with him, losing himself in the darkness of that cold September.

The paper bag with the bottle remained as mute witnesses of the events. And Pinky, that pink elephant, Roy's almost eternal companion, disappeared among the alcoholic mists and Dantesque illusions of a drunk who was rescued from hell.

The end

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Español

Elefantes rosas

Un hombre escuálido iba corriendo por la noche, cortando la brisa con su andar entorpecido, pero veloz, las luces amarillentas envolvían el frágil cuerpo indicándole el camino hacia su destino seguro, según él.

El sudor corría infatigable por su cien y su visión brumosa lo hacía andar casi por un instinto natural de conocimiento previo de toda una vida, sí, aquella ruta llevaba millones de pisadas de aquel hombre, que seguía caminado casi trotando. Sus ojos casi perdidos en el rostro cadavérico, eran decorados por unas grandes ojeras de un morado opaco.

La falta de dientes frontales facilitaba el paso del aire, que era pedido en bocanadas casi asfixiantes por el gran esfuerzo en su andar. En la mano derecha sacudía una bolsa de papel café claro, arrugado por la manipulación nerviosa del individuo, que seguía en búsqueda de su objetivo primario, llegar a casa.

Luego de unos minutos, la figura lastimera divisaba la casa, aquel lugar que durante algún tiempo había sido su refugio. Abrió la puerta descolorida, casi desvencijada, sostenida por unos incipientes tornillos en cada bisagra. El hombre entraba y era recibido por las tinieblas espesas del lugar, torpemente buscaba el interruptor tanteando las rugosas y agrietadas paredes.

Una luz amarillenta cubrió todo el lugar mostrando la desolación y el desaseo, algunas moscas volaban alrededor de la basura acumulada, unos muebles viejos y mugrosos, amontonados en una esquina decoraban la sala y la pintura descolorida formaban un paisaje brutal de surrealismo decadente.

La lastimera figura soltaba un sollozo ante el burdo escenario y con la cabeza gacha se dirigía a su habitación, solo una cortina vieja y con manchas de todo tipo servía de división entre la sala y la habitación. El hombre hacía a un lado la cortina de un blanco opaco con flores casi desaparecidas, atravesaba como en un portal místico la improvisada puerta, luego encendía la luz.

«Roy, te estaba esperando, mi amigo, pensé que pasaría otra noche solo, jaja». Una voz familiar atraía la atención del hombrecito.

«Ah... eh... Pinky, ¿qué haces aquí?». Un gesto de sorpresa se asomaba en el rostro demacrado de Roy.

«¿Por qué dices eso? Acaso olvidaste que vivo contigo, esa senilidad tuya es preocupante». Pinky llamaba la atención del hombre aturdido por la situación.

«No digas eso, siempre serás bienvenido al hogar». Roy se sentaba en la cama desorganizada y un olor que penetraban las fosas nasales revolvía el estómago.

«Nuevamente lo has hecho, eh, Roy». Pinky increpaba al escuálido hombre. «esto te traerá problemas, Roy, se te ha salido de las manos».

«No, no, no. Lo tengo controlado, es la última vez que lo hago, ahora es verdad». Roy miraba sus esqueléticas manos casi traslúcidas.

«Roy, Roy, Roy... Sabes que tienes un problema grave y eso acabará contigo», Pinky lanzaba un suspiro tan largo como la habitación misma. «No me mientas, Roy, sabes que solo es imposible salir de la olla de tu perdición».

«¡Pink...y! ¡Ayúdame, amigo mío!». En ese instante las lágrimas salieron incontenibles, recorriendo presurosas cada espacio de la epidermis amarillenta.

Las manos de Roy cubrían en un anhelante desespero el rostro, cansado de vivir. La suciedad de sus manos se impregnaba en cada poro desalineado por tanta arruga, cada una testigo del dolor de la experiencia. Los gritos lastimeros resonaban por el espacio decadente.

«Roy, amigo, contrólate, no puedes hacer nada, eres débil. Tu carne te hace caer una y otra vez». Pinky daba vueltas en la habitación y seguía repitiendo, «Tu carne te hace caer una y otra vez...».

«Cállate, malvado. No te burles de mi estigma. Duele». Roy caía de rodillas, luego el rostro se hundía en los pequeños huecos del piso, desgastado por tantos años de pisadas frenéticas, nerviosas, tranquilas y fuertes.

«No hagas el ridículo, Roy. ¡Acéptalo!». Gritaba Pinky con una voz gutural.

En el instante que salía corriendo a la sala, un estruendo llenó la casa y la puerta desvencijada caía como una hoja en otoño. Unas figuras aparecían y se dirigían al desdichado, quien se tapaba la cara con los brazos. Perdía toda esperanza.

«¡Pinkyyyy!», gritaba ya sin fe y con la esperanza totalmente perdida.

«Silencio, he venido a ayudarte». La figura que yacía envuelta entre la brisa nocturna rompía el silencio, y el llanto lastimero de aquel hombre que había tocado fondo.

El alcoholismo había convertido su vida en un infierno y la mayoría del tiempo navegaba en mundos irreales y personajes ficticios creados por su mente enferma. Ahora un gran amigo, uno que había buscado a Roy durante años, estaba en frente suyo. Lo tomaba de los brazos y levantándolo lo llevaba con él, perdiéndose en la oscuridad de aquel septiembre frío.

La bolsa de papel con la botella quedaron como testigos mudos de los acontecimientos. Y Pinky aquel elefante rosa compañero casi eterno de Roy, desaparecía entre las brumas alcohólicas e ilusiones dantescas de un borracho que al parecer fue rescatado del infierno.

Fin

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Source 1
Source 2
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Edited by Rincón Poético

The text of this post was originally translated from Spanish to English with the translator DeepL
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Sometimes hitting rock bottom is necessary to be able to push yourself up and get out. An excellent topic that is not often discussed. Regards, @rinconpoetico7

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