Fiction: Ralph's Party (La fiesta de Ralph) [EN/ES]

«Hola, Hola, Ralph, soy Mike. Te llamaba para confirmar la asistencia a la fiesta». Una voz amigable se escurrió por la bocina.

«Hola, Mike, No puedo tengo mucho trabajo y además estoy muy cansado». Un tono de voz bajo y frío se escuchaba por parte de Ralph.

«Ralph, debes salir a distraerte. Hace mucho tiempo que no te tomas un tiempo para socializar y desde que terminaste con Rosie, ya no quieres saber nada de chicas».

«No es por Rosie. Simplemente no tengo ganas de salir. Quiero relajarme y ver una película en paz». Un tono de disgusto salía de los labios de Ralph.

Mike seguía insistiendo. «Anímate a salir. Disfruta de los momentos. Te aseguro que la pasarás muy bien».

«Déjame pensarlo un poco y en la noche te digo. ¿Te parece?». Ralph quería deshacerse de su amigo para descansar.

«Ok, ok, luego te llamo. Voy al trabajo». Mike sonaba entusiasmado.

Ralph cortaba la llamada y luego entraba a su red social favorita para ver el perfil de Rosie. Un mensaje de los muchos más estaba en la cola esperando ser respondido por la mujer. El hombre miraba el retrato y la habitación se llenaba de suspiros melancólicos.

«Debo dejar de pensar en esto y salir adelante con mi vida, tal vez sea buena idea asistir a la fiesta y distraerme un poco de todo esto». Ralph pensaba.

Cerró los ojos y se entregó a las suaves caricias del sueño. Las imágenes llegaban en una secuencia cinematográfica, sus ojos cafés se enfocaban en Rosie, aquella bella pelirroja sensual que la veía moverse hacia él, pero luego una sombra aparecía de la nada y se llevaba a su querido amor. Ralph gritaba y entre lágrimas suplicaba a la mujer que volviera.

Ralph se despertó aturdido y abrumado. El sudor gélido recorría su rostro y corrió al baño a echarse un poco de agua para despertar completamente de aquel horrible sueño. Tomó su celular y una vez más vio el perfil de Rosie, miró una foto donde estaba feliz con otro hombre.

Ralph sintió como desde su estómago emergía un calor que lo devoraba y llegaba hasta su cabeza haciéndole enfurecer para luego tirar el celular contra la pared. El dispositivo voló en mil pedazos y un pequeño humo salía como una frustración negada.

Salió hasta la sala y una botella whisky fue bebiendo, aquellos labios que una vez tuvieron los dulces besos de Rosie, ahora saboreaban las gotas amargas del alcohol. Entre las brumas alcohólicas escuchó una los golpes continuados en la puerta de madera de cedro color miel.

Ralph se levantó inestable en su equilibrio, sus piernas fuertes no podían sostenerlo, pero en un esfuerzo casi sobrehumano logró afianzarse y llegar hasta puerta. Giró el pomo dorado y tras de la puerta apareció Mike.

«Amigo, pero, ¿Qué te ha pasado?».

«Nada... Nada... Yo... Yo... Estoy... Bien». Ralph trataba de coordinar su boca con sus ideas.

«Te estuve llamando pero tu celular suena apagado». Mike sostenía a su amigo mientras lo llevaba hasta el mueble.

«Hip, hip... Está... Está... Por... Allá...». Ralph apuntaba con su temblorosa mano hasta donde estaba el aparato destrozado.

«Mike, debes salir o este encierro te matará. Anímate y vamos a la fiesta». Él recogía los pedazos del celular y los colocaba en la mesa. «Tu corazón quedó como este celular, pero si unimos los pedazos, el celular vuelve a tener su forma, pero debes dejar que unan tus pedazos».

«Está bien, está bien. Vamos a la dichosa fiesta y veremos qué pasa». Ralph se levantaba torpemente y entraba al baño.

Mike hacia un poco de café para recuperar a su amigo de la borrachera, mientras Ralph dejaba que el agua fría recorriera su cuerpo, tratando de borrar los recuerdos de las caricias que un día Rosie le brindó.

Cuando Ralph se recuperó de la borrachera, los dos hombres salieron hacia la fiesta. Luego de 30 minutos de viaje en auto, ellos llegaron a una casa muy bonita de dos pisos de estilo colonial, pero muy grande, pintada de blanco y con techos rojizos, grandes ventanas y un bello balcón que dada a la sala del segundo piso.

Entraron y fueron recibidos por Katherin, una bella rubia de ojos azules, un cuerpo sensual y una sonrisa que hechizaba a cualquiera. «Una bella noche, chicos. Sigan y disfruten de la fiesta, no duden en decirme, si necesitan algo».

«Muchas gracias por la invitación y ¿dónde está mi buen amigo Dorian?». Mike guiñaba un ojo a Katherin quien sonreía amistosamente.

Ella los guiaba hacia Dorian, quien yacía sentado en un lujoso mueble de color negro, rodeado por muchas personas. El anfitrión los vio venir, se levantó, beso a Katherin en la mejilla y se dirigió a los hombres. «Mi buen amigo, Mike. Me alegra mucho que hayas venido a la fiesta. Esto se va a poner muy bueno, ya verás. Jaja».

«No lo dudes, amigo. Trataremos de entrar en ambiente con dos cervezas. Jaja».

La noche pasaba entre copas, risas y bailes. Una alegría sin igual bordeo el rostro de Ralph. Hace mucho que él no sonreía, pero ahora con todo ese ambiente festivo y vibrante, se había contagiado de todo aquello que lo rodeaba y empezó a sentir que volvía a vivir.

Salió hacia el balcón y aquella noche de luna llena lo renovó, mientras las gotas de alcohol recorrían su cuerpo. Ralph levantó la copa al hacia el cielo y dijo. «Adiós, Rosie. Ya nunca más seré esclavo de este sentimiento devorador, ahora he decidido ser feliz».

«¿Quién es Rosie?». Una voz sensual llegaba hasta sus oídos.

«Hola, Katherin. Disculpa no te escuché venir. La música está muy alta y todos están locos. Jaja». Ralph avergonzado se dirigía a la chica.

«Jaja. No te preocupes. Salí un rato para escapar de aquella fiesta loca». Katherin sonreía coquetamente hechizando a Ralph con su anacarado candor. «Aún no respondes mi pregunta, Ralph».

«Eh... Este... este... Rosie es alguien que ya no significa nada en mi vida. Hoy me liberé de ese yugo emocional». Ralph levantaba la copa y la bebía rápidamente.

Katherin hacía lo mismo y juntos reían, luego pasaron mucho tiempo conversando, bailando y disfrutando de la gran fiesta, que fue de liberación emocional para Ralph.

«Sabes, Ralph. Eres un chico muy lindo y me encanta estar contigo». Katherin acercó sus labios a los de él y un gran beso pasional surgió.

En aquel momento, Dorian miró a la pareja de enamorados. Ralph asustado se separó de Katherin e intentaba explicar la situación, en tanto las palabras ininteligibles se apoderaban del momento. Llegó Mike y preguntó, «¿Qué está pasando?».

«Tu amigo estaba besando a mi hermana», decía Dorian.

«¿Hermana?», preguntaron los dos hombres al unísono.

«Sí, soy su hermana», intervino Katherin.

«Pensé que eras su novia o esposa». Ralph respiraba más calmado.

«Tu amigo es un tonto, Mike. Creyó que le iba a pegar un tiro o algo así. Jaja». Todos rieron y el mal entendido quedó aclarado, luego Dorian decía. «Eso sí, si haces sufrir a mi hermana te mato».

Ralph quedaba viendo atónito a Dorian y Katherin ponía los ojos en blanco. «No le hagas caso a mi hermano es un tonto».

Todos rieron y Ralph terminó la fiesta con un nuevo amor, un pasado olvidado entre copas, bailes, risas y muchos besos pasionales.

«Ralph, me ganaste la chica. Eres un tonto con suerte. Jaha».