Fiction: The gifts (Los regalos) [EN/ES]

Es víspera de navidad, los colores rojo y verde se mezclaban con el blanco invernal. La madre en la cocina preparaba las delicias navideñas. El olor de las galletas, el pavo, el ponche y demás alimentos inundaron la casa con un misticismo a campanas y villancicos.

La madre se esmeraba para hacer la mejor navidad para sus hijos y esposo. Las horas seguían pasando y los niños jugaban alegremente en torno al árbol, decorado bellamente con figuritas de santas en miniatura, bolas de colores, luces que cambiaban de color en un ciclo continuo y serpentina dorada que abrazaba el árbol de arriba para abajo.

Las risas alegres de los niños eran una dulce melodía para la madre, quien seguía como máquina autómata preparando los platos para acompañar la navidad. Las ollas seguían hirviendo en una armonía sincrónica con el fuego, los alimentos brincaban al son del cuchillo, que se movía al danzar rítmico de la mano hábil, que se detenía de cuando en cuando para preguntar a los chicos. «Hijos, ¿pueden ver si su padre está por llegar?».

Mientras tanto, en la sala los niños paraban el deleite del juego, y corrían presurosos hacia la ventana adornada con luces blanquecinas que parpadeaban al son de una melodía navideña. Los ojos castaños se fijaban hacia el horizonte claro a punto de desaparecer para dar paso a la oscura y fría noche.

Los copos de nieve caían suavemente, mecidos por la brisa que soplaba en las vísperas de navidad, en ese instante, la armonía del momento fue interrumpida por el sonar abrupto del motor, que con su sonido peculiar advertía a los niños que era el padre, quien afanosamente surcaba la nieve para luego estacionarse en la cochera. Las luces incandescentes alumbraban la entrada y el pito sonoro llamaba a la familia para recibir al hombre amado .

Los gritos de los niños se fusionaron en una sola viva voz. «Mami, mami, nuestro querido papá ha llegado». Las risas de felicidad por el reencuentro con el padre no se hacían esperar.

La llave penetraba la chapa con un sonido muy conocido, ¡clic, clic! Al girarla, la puerta dejaba al descubierto la figura del extrañado y amado. «Buenas noches, mis amados hijos». Aquellas palabras resonaron en los tímpanos de los hijos, que sin mediar palabra se abalanzaron sobre la figura paternal en un abrazo de amor puro.

«Papi, papi, bienvenido. Te extrañamos mucho». Las voces de los chicos resonaban por toda la casa.

Una sonrisa se dibujaba sobre el rostro cansado del hombre, y correspondía con el mismo abrazo en el mismo tono de amor incondicional. luego unas palabras salían de la boca del padre, que expelía un vapor blanquecino producto de la condensación con el aire frio. «Los extrañe mucho, mis queridos hijos y a ti también mi amada esposa».

La mujer se arreglaba un poco el cabello largo y lacio de color oscuro, que caía por la espalda, luego unas palabras esquivaban el frío nocturno. «Te extrañamos mucho, querido, bienvenido al nido de los Finn, jaja».

El padre soltaba los paquetes en los sillones de color vino tinto de la sala y proseguía hacia la cocina abrazado de su esposa. Los ojos de los niños se abrieron al máximo de sus cuencas y procedieron a mirar dentro de las bolsas.

Los regalos empacados con papeles multicolores y figuras navideñas se asomaban desde el interior, tratando de satisfacer la curiosidad de los niños. «Niños, dejen de curiosear, los regalos se abren mañana temprano como ha sido la costumbre». La voz de padre hizo saltar a los dos niños quienes salían corriendo del lugar hacia la cocina.

«Por favor, papi, déjanos ver nuestros regalos, solo un poco más». Los niños ansiosos suplicaban al padre para ver si podían doblegar la decisión tomada.

«Ya les dije, niños, mañana temprano destaparemos los regalos, antes no». Les decía el padre imperturbable ante las súplicas de los niños.

La madre entraba en escena para cortar el momento de intensa súplica al padre. «Esta bien, chicos, ya es hora de cenar así que vamos todos al comedor».

La familia entera se movilizaba ante la orden de la madre y cada quien tomaba su lugar para deleitarse con los deliciosos platillos preparados. Luego de hora y media de cena, todo fue recogido y alistado para el día siguiente. Los niños fueron mandados a dormir, en tanto los padres colocaban los regalos debajo del árbol.

La noche llegó con su silencio y la casa quedó tranquila, solo las luces del árbol prendían y apagaban sin descanso. En la habitación, los chicos planeaban levantarse anticipadamente para poder revisar los regalos. Su ansiedad y curiosidad por saber que había en los regalos no los dejaban dormir.

Luego de pasadas algunas horas, los niños se levantaron sigilosamente, con la complicidad de la noche se desplazaron hasta la sala y llegaron hasta el árbol. La tensión podía palparse, tanto que el frío de la madrugada se convirtió en sudor que recorría las frentes de los chicos.

Ahora sí, podían ver al fin lo que había en los regalos. Los chicos sonreían afanosamente, su plan de levantarse anticipadamente había dado frutos. Lentamente uno de los regalos fueron abriendo con mucho cuidado para no romper el papel de colores.

El mayor de los dos hermanos se pasaba la mano por la boca, y continuaba con el trabajo de desempacar el regalo. Una caja de cartón quedó al descubierto y la emoción por ver lo que había dentro hacía latir los corazones como caballos desbocados.

Quitaban la tapa de la caja, y sus ojos abiertos al máximo se asomaban para ver el interior, luego, para su sorpresa vieron un ladrillo, y una nota que decía, "Cayeron en nuestra trampa, los regalos son falsos y los verdaderos están guardados en otro sitio. Ho, ho, ho... Atentamente mamá y papá".

Los niños quedaron atónitos y en seguida se encendieron las luces, y los padres salieron gritando a todo pulmón con los regalos en las manos, «Feliz Navidad, jajaja...».

Fin

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Edited by Rincón Poético.}

Text authored by:
Camilo Torres
DRA

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