Fiction: The premonition (La premonición) [EN/ES]

Miraba una mujer correr hacia mí, sus lágrimas fluían por las cuencas de sus ojos, su boca carmesí expulsaba gritos de desesperación, su pelo negro y ondeado se mecía ante la brisa veraniega y su vestido rojo con flores estampadas, que le llegaba hasta la rodilla volaba con cada paso que daba.

Todo parecía ir en cámara lenta, el dolor se sentía en cada sollozo exhalado por las paredes de ese lugar. Su rostro tan bello y sus rasgos finos y simétricos denotaban familiaridad. Llegaba hasta mí y me tomaba en sus brazos, yo me miraba cubierto de sangre y luego un gran dolor estrujaba mi pecho.

El sonido rimbombante del despertador me hacía volver en sí, abría los ojos sobresaltado y miraba la hora, se me hacía tarde para mi cita de trabajo. Tomé mi ropa, mientras el reloj marcaba su paso incansable, la hora señalada parecía llegar implacable y sin demoras.

Salí masticando con prisa el pan que sobró de la noche anterior. El sol empezaba su recorrido meridiano y algunas aves pasaban bailoteando en el firmamento azul. Corría presuroso por la acera agrietada y la basura flotaba con la brisa cíclica de la mañana.

Tomaba el bus para que me llevase a la cita hecha con antelación, de eso dependía mi futuro en aquella ciudad después de haber dejado mi pueblo y a mi familia. Nada había sido fácil desde aquel entonces tuve que luchar duro para conseguir el sueño de realizarme como profesional y conseguir un trabajo bien remunerado. Esta ocasión era la indicada para conseguir lo que tanto me había costado.

Ya en el bus, el olor a ambientador frutal barato se posó en mis fosas nasales y se infiltro hasta mi mente, que me llevaba a caer en un sueño hipnótico. El vaivén del bus mientras se movía fue un relajante somnífero que me hacía cerrar los párpados y adentrarme una vez más en el país de los sueños.

Estoy de nuevo en este lugar de paredes blanquecinas y columnas cilíndricas que hacían juego con la arquitectura moderna del edificio. Miraba muchos papeles tirados como en un apocalipsis de desorden, me volvía a enfocar en la mujer que lloraba desesperada por mí, sus lágrimas caían en mi rostro un poco envejecido por el tiempo y se posaban en la piel morena y sudorosa.

En tanto, yo podía sentir el terrible dolor que se intensificaba dentro de mí. La respiración se me hacía más atropellada y sentía que mi aliento abandonaba el cuerpo. El sudor frío recorría mi frente, parecía que agonizaba.

La mujer de pelo ondulado me apretaba en su pecho y seguía llorando desconsoladamente, bañándome con sus lágrimas salinas de dolor. Yo seguía contemplándola en silencio y luego sentía una angustia que me sobrecogía, llegándome a cada rincón de mi existencia.

Estaba atrapado en ese cuerpo herido, sin escapatoria, sin esperanza de ver un nuevo sol y con la gran pena de no volver a ver ese rostro tan sublime. Ella no dejaba de abrazarme en un vano esfuerzo por retenerme en este mundo finito.

Mi boca expulsaba el líquido vital, luego miré llegar a un enmascarado y colocar un arma en la cabeza de ella, luego sonidos estrafalarios invadieron el lugar y desperté ante el brusco detener del bus. Nuevamente volví a mi realidad y tome mi maletín apresuradamente, salí del vehículo, al bajar me encontré con la gran jungla de cemento. Los grandes edificios tapaban los rayos solares, y las sombras invadían las frías estructuras de hormigón.

La gente tan fría como esas estructuras, pasaban a mi lado pérdidas en su rutina sin tiempo, siempre corriendo hacia la vida perdida por las obligaciones. Trataba de preguntar por la dirección que tenía escrita en el papel arrugado, todo era en vano, aquellas personas solo iban y venían.

Luego decidí buscar por mis propios medios el lugar señalando. Sentía que me encontraba en un laberinto y con la angustia de perder la cita de trabajo. Al doblar una esquina a toda velocidad tropecé y caí de espaldas hacia el suelo, con la sangre hirviendo en mi interior me levanté y empecé a reclamar con euforia, al mirar con detenimiento vi que era a una chica.

Ella lucía aquel vestido de flores y al levantar su rostro, no podía creerlo, era ella: la mujer de mis sueños. Mi tensión bajaba y ella me regaló una bella sonrisa, se levantó. «Disculpa no vi por dónde venías, jeje...».

«La culpa es mía, estoy buscando una dirección, voy de prisa y no me di cuenta. Perdón. Soy Eduardo, mucho gusto». Le extendí la mano a la chica para ayudarla a levantar.

«Me llamo Leticia, el gusto es mío y dime qué dirección buscas. Te puedo ayudar». Una sonrisa como el sol radiante se dejaba ver en la comisura de sus labios.

Luego de darle el papel ella me guío hasta el lugar, en ese trayecto nos fuimos conociendo y empezamos a sentir empatía el uno por el otro, llegamos al banco "El Capital", entramos y el lugar me resultó muy conocido. No podía creerlo, era el lugar de mis sueños. Presente mis papeles al celador quien nos guío hasta la oficina del gerente.

«Bueno, Eduardo, creo que te debo dejar, fue un gusto conocerte, suerte en tu entrevista». Me guiño el ojo con coquetería y sensualidad luego se dio media vuelta buscando la salida.

«¡Espera, Leticia!», le dije mientras salía del embrujo de su mirada.

En ese momento, salió el celador de la oficina haciéndome una señal para que entrara, luego de eso hombres armados entraban al banco apuntando con sus armas. El celador sacaba su revólver y disparó, los ladrones respondieron el fuego hacia donde yo estaba y caí mal herido.

Mi sueño se hacía realidad como en una película, todo se volvió caótico y aterrador. Leticia corría hacia mí y tuve un flashback de recuerdos de ese sueño. No podía creerlo mi sueño ahora era realidad y no podía hacer nada para cambiarlo.

En ese momento, el enmascarado se acercaba a Leticia quien lloraba desconsolada. Recordé el sueño y solo pude gritar, «¡No lo hagas!».

Luego se escucharon disparos cerré los ojos y sentí el cuerpo de Leticia sobre el mío, pensé lo peor, abrí mis ojos y vi a Leticia encima mío cubriéndome de las balas, me miraba y me decía, «Todo saldrá bien».

Después de varias horas la policía tomó el banco y nos liberaba. Inmediatamente fui conducido a un hospital donde me operaron de urgencia, luego de unos días, me había salvado de milagro y ahí estaba ella, la mujer de mis sueños, quien me había salvado. Se acercó a mí y me dio un gran beso, ahí supe que el sueño no pronosticaba una tragedia, sino un gran amor que nació de lo inverosímil.

Fin

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Edited by Rincón Poético.}

Text authored by:
Camilo Torres
DRA

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