Damián, joven galán, dejaba a su último amor fugaz de la noche y se iba a la casa para descansar después de una fiesta alocada y salvaje. Los ojos del hombre caían sobre el peso del sueño y su cuerpo se rendía a la falta de energía.

En el nuevo amanecer, Damián despertada con un gran malestar, jurándose a sí mismo no volver a tomar más, promesa que nunca cumplía cuando se llegaba el fin de semana de fiesta y descontrol. El galán vivía en un ciclo continuo de promiscuidad, disfrutando de cada amor entre colores y formas diferentes.

Durante muchos años había vivido en ese estilo de vida y no lo cambiaría por nada del mundo. Ser un don Juan era algo que le daba mucha satisfacción y popularidad en el club de los Rompecorazones. Se había prometido romper el récord del más grande conquistador de mujeres perteneciente a don Andrey de Marco, pero no era tan fácil, muy de cerca era seguido por su más acérrimo competidor, Eithan.

Los dos iban cabeza a cabeza en la tabla de posiciones, aún no se veía un claro ganador y el tiempo estaba por acabarse. A falta de un mes para conocerse el ganador, los dos galanes habían hecho ingentes esfuerzos para tomar la punta de la clasificación. Las fiestas se había duplicado y las mujeres eran el botín de guerra que iban aumentando el marcador.

«Muy bien, Damián, ahora esto parece que queda entre tú y yo. Mucha suerte en este tramo final la necesitarás, jaja», decía Eithan con el cinismo floreciendo entre sus labios.

«Eithan, pequeño tonto, no necesito de eso. Te haré morder el polvo, amigo. Jaja». Damián daba media vuelta y se iba del club. «Por cierto está noche aumenten 5 más a la lista. Hoy voy con todo».

Eithan se mordía los labios y una mirada furiosa echaba sobre la puerta de madera bellamente decorada con dos figuras de esbeltas mujeres. Damián se dirigía a una fiesta de casamiento, donde encontraba muchas mujeres que caían a sus pies. Un traje blanco, con una bufanda negra de seda, hacia juego con sus irresistibles ojos color miel y un rostro angelical, pero con rasgos fuertes.

Llegaba al festejo e inmediatamente atrajo la vista de muchas señoritas. Damián pasaba su mano por su pelo negro como la noche en un movimiento sutil. Se fijó en un bella doncella de vestido celeste con piedras brillantes, un pelo ondulado que caía hasta la parte baja de la espalda y una coronilla de flores sujeta su cabello color castaño.

Damián vio la oportunidad, tomó dos copas de vino y se acercó a la dama. «¡Qué viva el amor! Y que vivan los recién casados». El galán ofreció una copa a la bella mujer.

«jaja, ¡Qué vivan los recién fregados!» Reía la doncella sin parar. «Por cierto, soy Angelina».

«Wow, hermoso nombre, casi como el de un ángel». Guiñaba el ojo Damián.

«Jaja, disculpe, señor desconocido, más bien soy un demonio». Angelina reía entre las burbujas suaves del vino que entraban a su organismo.

«Aquí está su demonio por si quiere hacer travesuras. Soy Damián».

«Muy bien, señor demonio, lléveme a bailar». Angelina estiraba uno de sus brazos hacía el galán.

Damián tomó la delicada y suave mano de Angelina y fueron a bailar. Un vals romántico invadía el salón decorado con globos y telas del color pastel. En ese exquisito momento, Damián no podía dejar de mirar a Angelina a sus bellos ojos, tan cristalinos y sinceros.

Daban vueltas al son de la melodía, entregándose en cuerpo y al alma al suspiro del momento. Algo mágico pasó y la pareja seguía bailando cada una de las melodías. La fusión de las almas se sentía en cada paso y mirada. Los gestos invitaban al placer en ese instante de baile sublime.

El galán no sabía que pasaba, no había sentido aquello desde hacía tanto tiempo, ¿qué le estaba sucediendo? Entre más bailaban parecía que aquellos dos extraños se hubieran conocido durante toda la vida. Después de horas de baile y miradas que esculcaban pensamientos, la pareja decidió parar y seguir platicando a la luz de la luna.

«Espero no sea muy atrevido de mi parte, pero ¿puedes llevarme a casa, señor demonio?». Angelina volvía a esbozar esa sonrisa que hipnotizó al galán.

«Encantado de poder llevarte a tu casa, ¿más vino?». Damián sacudía la botella.

Angelina estiraba su mano y el alcohol burbujeante se posaba sobre la copa. Grandes sorbos daba la pareja entre risas y platicas íntimas de la vida. La noche se iba acabando mientras la pareja caminaba por una calle empedrada.

Llegaron a la casa y Angelina hacia girar las llaves en uno de sus dedos. «Bueno, creo que hasta aquí llegamos». Volvía a lucir su sonrisa radiante.

«Ha sido una fiesta increíble, no pensé que fuera a pasarlo tan bien con una excelente compañía, gracias Angelina». Damián daba un guiño sutil.

«Gracias a ti, señor demonio. Jajaja».
Después de aquella frase los labios de Angelina se encontraron con los de Damián y una fusión de sentimientos y colores fluyó en la pareja. El galán había sido víctima del amor. En ese instante pasaba Eithan en su carro y gritaba, «Oye, Damián, voy por la cuarta ¿y tú por cuántas?».

Angelina lo miraba con un dejo de enojo y soltó una gran cachetada al pobre hombre. Eithan reía sin parar, mientras arrancaba el auto. Parecía que la gran historia de amor terminaría, pero...

Los días pasaron, Damián decidió dejar toda esa vida de diversión sin sentido, dejo el club de los Rompecorazones y los amores de una sola noche. Él estaba perdidamente enamorado de Angelina y decidió que la recuperaría a toda costa. La tarea no era fácil, Angelina no quería saber nada de Damián.

Una noche Angelina iba caminando para su casa cuando fue asaltada por un hombre armado. El ladrón obligó a la mujer a llevarlo a la casa de ella, a lo cual la mujer no pudo resistirse. Ya en la puerta, Angelina trataba de luchar con el asaltante quien la sometía y al momento de clavarle en puñal en el estómago, aparecía de forma milagrosa Damián y desde las sombras se abalanzaba sobre el delincuente.

Fue una lucha feroz, pero al final ganó Damián quien resultó con algunas pequeñas heridas. Angelina llamó a la policía y se llevaron preso a ladrón, por otra parte Damián fue llevado al hospital y Angelina fue con él, luego le decía. «Oye, demonio, gracias por todo, nadie había hecho algo así por mí». Sonreía iluminando los ojos del galán.

«Gracias a ti, por hacerme ver un lado de mí que no conocía, has hecho mucho más por mí». Damián tomaba de la mano a Angelina.

«Tonto demonio, es decir Damián, jaja. Te has ganado otra oportunidad, no la desaproveches».

Los ojos de Damián brillaron y se encontraron con los de Angelina, juntos supieron que habían nacido el uno para el otro.

Fin

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Edited by Rincón Poético.}

Text authored by:
Camilo Torres
DRA

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