Fiction: Trauma (Trauma) [EN/ES]

La oscuridad bañaba la habitación. Una calma silente se sentía en el aire del inicio de una primavera esperada. La cama colocada en el centro de la habitación, le daba un toque elegante al lugar y unos afiches de un súper héroe conocido adornaban las paredes coloridas.

La manta tenía unos dibujos de cachorros, y balones de fútbol con colores bonitos. Las almohadas eran tan suaves como una bola de algodón, haciendo que la cabeza del durmiente este placenteramente ubicada.

El pequeño durmiente descansaba en la acogedora cama, sin ningún tipo preocupación en su pequeña existencia. Un sonido rompió la calma del momento era como un agudo chirrido, que invadió la habitación, y una sombra se empezó a escabullir por el espacio oscuro.

El inocente durmiente se movía a un lado de la cama, inmerso en su mundo de sueños, no se imaginaba siquiera lo que le esperaba. En tanto, la sombra seguía moviéndose como un ágil gato. Algo hizo abrir los ojos del durmiente y en ese instante vio una terrible figura de ojos rojos...

«¡Noooooooo!», gritaba Jorge con el sudor escurriendo por si frente.

«Amor, cálmate, solo fue una pesadilla». Doris abrazaba a su marido. «No puedes seguir así, mi amor, debes buscar ayuda, las pesadillas se han hecho más recurrentes».

Jorge suspiraba y decía, «Lo sé, cariño. Esto me esta afectando demasiado».

«Ya va amanecer, vamos a intentar dormir otra vez y en la mañana vemos que hacer». Doris cobijaba a su esposo y lo abrazaba.

Llegó el amanecer y la luz del sol se filtraba por las persianas blancas que colgaban de los varillas de cortina. La pareja se levantaba para iniciar el nuevo día de labores, tratando de dejar a un lado el episodio de luego nocturno de Jorge.

«Amor, ven a desayunar», Doris llamaba a su marido.

Jorge prendía el televisor para ver las noticias matutinas. Los esposos se sentaron a comer, los huevos revueltos con pan, jugo de naranja y un café humeante. El sonido del televisor era el protagonista mientras la pareja comían.

En ese momento, un anuncio salió en la televisión, decía, «¿Tiene traumas que no lo dejan vivir tranquilo? Es el momento de consultar al doctor Stiven, experto psicológico, que trata a sus pacientes mediante hipnosis. Mucha gente ha superado todos sus miedos mediante el exitoso tratamiento del doctor Stiven. Agenda tu cita de inmediato».

«Oíste, amor, eso puede ser la respuesta que estás buscando». Doris instaba a Jorge.

«No sé, parece un charlatán. No creo en eso de la hipnosis». Jorge miraba con incredulidad a su mujer.

«Pues no perdemos nada con intentarlo. Hay que probar todo lo que se presente». Un desbordante optimismo mostraba Doris.

«Esta bien, vamos a ver qué nos dice el doctor Stiven. Espero no diga que estoy loco. Jaja».

Ese mismo día llamaron para una cita con el reconocido psicólogo. Luego de unos días, Jorge y Doris se prepararon para salir a la cita con el doctor. Los nervios el rostro de esposo eran evidentes y su esposa intentaba calmarlo. Ellos salían de la casa con dirección al consultorio del doctor Stiven.

Llegaron a la clínica, el blanco brillante con unas líneas rojas cubría la edificación, y la puerta de cristal le daba la bienvenida a la pareja. La música relajante invadía los tímpanos de las personas, y la recepcionista atendía a los esposos amablemente.

«Buenos días, ¿en qué podemos ayudarlos?». La sonrisa de la recepcionista hacía sentir bienvenidos a los esposos.

«Estamos aquí para una cita con el doctor Stiven», le decía Doris con un tono amistoso.

«Muy bien, síganme, por favor».

La mujer caminaba muy elegante por el pasillo que parecía infinito, ante los ojos llenos de nerviosismo de Jorge. Llegaron hasta una puerta blanca de madera y el nombre del doctor aparecía en la parte superior.

La mujer tocaba la puerta con un golpe rítmico. El doctor invitaba a pasar a los esposos. «Buenos días. ¿En qué puedo ayudarlos?».

Doris respondía afanosamente, «Estamos aquí para una sesión de hipnosis y regresión».

El doctor asentía y su rostro tomaba un semblante más serio. «Venga y recuéstese en este sillón». El doctor ordenaba al hombre

Jorge obedientemente hacia caso y como una oveja atendía el llamado del doctor. Se acostaba en el sillón de chifón fino color carmesí, y el doctor Stiven se acercaba llevando un reloj con una cadenita. Se sentaba al lado de Jorge le decía, «Muy bien, Jorge. Vamos a relajarnos a sacar todo el estrés. Piense en un lugar muy agradable donde quisiera estar. Ahora mire hacia aquí». El doctor empezaba a balancear el reloj de un lado a otro y a hablar con un tono apacible. «Escuche el sonido de mi voz. Deje que el sueño invitada su mente. Sus párpados le pesan. A la cuenta de tres usted va a dormir profundamente 1, 2, 3».

Jorge quedaba profundamente dormido y Doris miraba con fascinación todo lo que estaba sucediendo. El doctor Stiven empezaba a indagar al semiinconsciente hombre. «Dígame, Jorge, ¿dónde se encuentra en este momento?».

«Es primero de abril. Yo estoy riendo por la broma que le hice a mi hermano. Jaja». Una risa somnolienta se reflejaba en los labios de Jorge.

«¿Qué está haciendo su hermano?», indagaba el doctor.

«Él está furioso por la broma que le hice».

«Ahora quiero que vaya más allá. De noche, en su cuarto». El doctor Stiven anotaba todo en una libreta.

«Estoy durmiendo apaciblemente, pero siento que alguien me observa. No me siento cómodo. El pavor me invade. Esos ojos rojos. Noooo». Jorge se movía desesperadamente y sudaba profusamente.

«¡Doctor, despiértelo, por favor!», gritaba Doris.

El doctor hacia una seña a la mujer para que se callara y decía a Jorge, «No te asustes. Se valiente y enfrenta a tu monstruo. Levántate de la cama y agarra a ese monstruo». La voz de Stiven se hacía más fuerte.

«No puedo. Tengo mucho miedo, quiero escapar». Las lágrimas corrían por el rostro del hombre.

«Tiene que deshacerse de ese miedo. Levántese y tomé a ese monstruo. Usted es más fuerte. Hágalo ahora».

Jorge tomó al monstruo y le saco la máscara. «¿Hermano, hermano?».

«Así es, Jorge. Su hermano le jugó una broma pesada y tu miedo reprimió ese recuerdo cambiándolo por el monstruo, que solo era una máscara».

«Todo este tiempo, fuiste tú la causa de mi miedo, tonto».

«Jorge, ahora despierte. A la cuenta de tres. Uno, dos, tres». El doctor Stiven chasqueaba los dedos.

El hombre hipnotizado abría los ojos y miraba al doctor y luego a su esposa. Una risa de tranquilidad mostraba a los dos y en sus ojos se notó que un gran peso había sido liberado. Jorge se levantó y abrazó a Doris quien estaba muy contenta por lo que había sucedido.

Ambos agradecieron al doctor y salieron del lugar. Jorge podía seguir con su vida y dejar atrás esas pesadillas que lo atormentaban. Sus ojos se posaban en el bello y radiante sol y se fueron caminando.

«Ahora, ¿qué harás, cariño?». Doris le preguntaba a su esposo.

«Voy a darle un golpe a mi hermano. Jaja».